martes, 17 de mayo de 2011

El reino desolado de mi rey

CHLOE ARMSTRONG

Ni la luna ni las estrellas
dormirán las doncellas.
Dieron las dos y la una
el niño apareció en la cuna.
El llanto de honor
un grito de terror.
La madre falleció,
y el reino en su poder quedó.
Guerra tras batalla,
mi rey nunca cesaba.
Cuando el mensajero llegó
y a mi rey le contó,
la guerra abandonó.
Cabalgó y caminó.
-¡Hay hijo mío! ¡Por fin te tengo!
Mira lo que ves, éste es tu reino.
Por él lucharás
y a tu amada defenderás.
Sé fuerte y luchador
eres guapo y encantador
Aprende de los sabios,
escucha a los templarios.
Ahora me voy lejos.
Me voy a la guerra.
Nunca bebas agua de esa dichosa cantera.
Tienes que ser valiente y crecer lentamente.
Volveré a por ti
te llevaré a Madrid.
Conocerás a Victoria,
os casaréis en Segovia.
El rey se marchó
y el niño creció.
Mientras de cacería estaba
una hermosa joven cantaba.
Los escalofríos pasaban
mientras las palabras sonaban.
Causaban su locura,
como esa voz era ninguna.
El príncipe fue a buscarla
pero no pudo encontrarla.
Todos los días volvía al sendero.
Todos los días con su gran esmero.
Un día la halló
y lentamente se acercó.
Sus cabellos rubios
y sus ojos únicos.
Les enamoró de ella
y la convirtió en su doncella.
Tarde y noche pasaban enamorados,
por la mañana escuchaban los cantos.


Doña Elena abandonó el feudo de Don George.
Llegó al Castillo en caballo al trote.
El rey regresó y la pareja negó.
-Te has de casar con Victoria mi niño.
¿No te acuerdas, te lo dije de pequeño?
-¡No me importa Victoria, yo amo a Elena!
Ella me cuenta su alegría y me canta su pena.
Los meses pasaron y el odio crecía.
-Yo esto no me lo merecía
El pobre rey lastimado se decía.
-Mi hijo ha de cumplir su obligación.
¡Que el padre de Victoria no se entere de la traición!
Ay hijo mío, ¿por qué me metes en este lío?
La señora Elena ya no cantaba.
Dormía y casi siempre soñaba.
Un día llegó y su llanto no cesó.
Lloraba y lloraba
y al mar alimentaba.
Cuanto más lo quería,
más ella sufría.
Él le decía que la amaba,
con sus palabras ella rezaba.
Un día cogió, anduvo y caminó.
Caminó hasta el agotamiento,
llegó al rendimiento.
Se hartó. No pudo mas.
Se juró a sí misma que no amaría jamás.
Él fue a buscarla
pero no la encontraba.
A su padre maldecía
mientras ella sufría.
Se dijo fin, esto se acabó
y su corazón le falló.
-¿A dónde la has metido?
¡A mi amor no has vencido!
¡Mal hombre, mal padre!
¡Mal rey, usted sabe!
Yo la amo, yo la quiero,
sin ella todo es llanto y no puedo.
-¡Calla y escucha!
¡No llora el que lucha!
Yo vi a doña Elena,
fue a cantar su pena.
El aire trajo su olor
y sintió dolor.
De pronto fue a buscarla
y cuando la halló no quiso hallarla.
Ahora era el suyo
el llanto suyo
gritaba por Elena.
Demostraba su pena.
Por qué, se preguntó
Y su alma destruyó.

La sangre de sus bocas,
al fundirse parecía rosas.
Aún con lágrimas en los ojos
de nuevo más corazones rotos.
Asesinatos y destierros
el rey le suplicaba a los cielos
encontrar a alguien apto
para asumir el trabajo.
de tener reino y ser rey.
Mostrarse sabio y justificar la ley.
Ni sobrinos ni cuñados,
candidatos a puñados.
Tanto maldecía a su hijo
que se maldijo a sí mismo.
Ni hijo ni esposa.
Ni nieto ni nuera hermosa.
El rey y su pueblo.
-¡Abandonarlo, no puedo!
Mi vida luchando
nuevas tierras ganando
para no tener familia
y morirme en la humillación.
Su niño en la tumba
dieron las dos y la una.
La enfermedad avanzaba,
y ni pudo levantar su espada.
Cayóse de rodillas
viendo sus villas.
-El amor a mi reino es tan hermoso,
que olvideme de todo y me vi solo.

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