Dicen que para todo, menos para el amor, hay una edad; que todo tiene una etapa y que una vez se pasa, si intentas revivirla lo único que haces es aferrarte a viejas esperanzas que alimentan el pasado. Todos evolucionamos y aprendemos de las experiencias. Unas tienen un final mejor que otras, pero todas nos aporta un aprendizaje, unos cimientos sobre los que ir viviendo e ir saltando obstáculos. Pero aún así, por muchas experiencias que llevamos a nuestras espaldas, hay momentos, etapas de nuestra vida que nos marcan de tal manera que, el dejar que solamente formen parte del pasado se vuelve una cuesta arriba interminable.
Sé que tras estas líneas sigue escondiéndose lo mismo, que cuando llegues al final del texto entenderás cada letra, cada palabra, cada espacio. Que cada frase te recordará todo lo que empezó y se resiste a terminar. Pero ya no es de la misma manera que antes. Por mucho que la edad avance, que nuestro cuerpo y personalidad evolucionen con el paso del tiempo, hay quienes no acompañan este camino con su mente. La dejan ahí estancada en la época de las preocupaciones, de la irresponsabilidad, y pretenden revivir etapas con una edad que no les corresponde.
Huyen de sus miedos o esquivan enfrentarse a la realidad. Miraré atrás y me quedaré con todo lo bueno que ha pasado, que no ha sido poco, pero te equivocaste al dejar la mente estancada y no darle cuerda al corazón. Él se mantiene a base de un engranaje muy importante, esencial, para que todo siga su curso, y si dejas que se estanque entonces estás perdido. Mi camino ahora debe seguir, por mucho que en el fondo me siga doliendo, por muy cuesta arriba que se me haga el saber que sólo formas parte del pasado. Si algún día decides crecer, madurar, y que tu mente te acompañe en ese camino, grítame. Quizás podamos retomar algunos de aquellos momentos.
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