CHLOE DOWNES
La Navidad nos gusta. ¿Por qué?
Porque la Navidad viene todos los años. Algunos seguimos fieles a nuestras costumbres y hacemos lo mismo que siempre. Otros, cambiamos todos los años, vamos a sitios nuevos, descubrimos cosas nuevas. Las dos son tradiciones que se hacen en casas esta época del año.
Todo siempre depende del voto común de la familia. A lo mejor tú quieres unas navidades excitantas en una isla donde ahora es verano, tumbadita en la playa, disfrutando del sol, para después venir con un bronceado estupendo para presumir.
Pero nuestros padres prefieren una navidad clasica en familia, en casa de la abuela, con la comida casera: mejor imposible.
Yo, soy de esas que quisiera estar en los Alpes esquiando, conociendo un mundo que aún está por descubrir. Pero, claro, tenemos que tener nuestros límites, y yo me tuve que conformar con un bonito paseo por Granada. Y lo que a mi me resulta extraño es que me lo pasé mucho mejor de lo que yo pudiera llegar a imaginar, gastando apenas unos euros, en vez de una fortuna.
Creo que esto fue porque estaba en familia, como mejor se puede estar. De esto, la conclusión que se saca es que, con la familia a tu lado, el mundo es lo que siempre quisimos que fuera, y a veces incluso mejor.
Podemos estar de botellón todas las noches, volviendo a las 8 de la mañana, creyendo que los amigos son dioses y que somos invencibles. Pero, cuando la vida nos derrota, nuestros amigos nos abandonan. En tiempo de necesidad, la familia es la primera en estar a nuestro lado, sonriéndonos, no solo porque deben, sino porque quieren.
Porque la Navidad es sencilla y la hacemos complicada. Nos sobran tantas cosas, y cuando estamos comiendo toda aquella comida, nadie se para a pensar en aquellos que pasan la Navidad bajo un cartón, pasando hambre y frío, tan solos, porque a la vista nos dan asco porque no se lavan los dientes a diario.
Pero nunca pensamos que es porque no pueden. Jamas nos acordamos de todos aquellos que están comiendo solos porque su vida ya no están su amor o su familia. A estas personas, les da igual si comen pollo o ternera, bombones o mantecados. Lo que ellos quieren es alguien con quien compartir eso que tienen.
Por eso, no nos creamos desgraciados por no tener ese móvil que tanto queríamos. Tenemos lo mejor del mundo: ¡Una familia que nos quiere!
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